Desde que somos concebidos y a lo largo de toda nuestra vida, nos alimentamos para mantenernos con vida. Obtenemos la energía y nutrientes de los alimentos para formar nuestras estructuras corporales y realizar las actividades cotidianas. Así pues, los alimentos que escogemos e ingerimos pasan a formar parte de nuestro organismo y, por consecuencia, definen nuestra salud.
A este proceso en el que elegimos los alimentos (de forma voluntaria) para satisfacer nuestras necesidades biológicas lo llamamos alimentación. El aprovechamiento de esos componentes de los alimentos o nutrientes (que ocurre de forma involuntaria) a nivel celular, recibe el nombre de nutrición.
Comprendiendo estos dos términos, podemos ver cómo un acto da lugar a otro. Es decir, cómo aquellos alimentos que ingerimos de forma voluntaria participan en procesos más complejos (digestión, respiración, circulación y excreción) gracias a los cuales nos mantenemos vivos.
Todos los alimentos están formados en distintas proporciones por macronutrientes y micronutrientes. Los del primer grupo (hidratos de carbono, proteínas y grasas) son los que necesitamos en mayor cantidad y cuya función principal es aportarnos energía y formar nuestras estructuras corporales. Los del segundo grupo (verduras, hortalizas y frutas), aportan vitaminas y minerales principalmente, que necesitamos en menor cantidad aunque son esenciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo ya que participan en numerosos procesos internos. Otro de los nutrientes esenciales para la vida (ya que sin ella no sería posible) es el agua, presente en muchos de los alimentos y como bebida, indispensable para mantener el equilibrio en nuestro cuerpo.
Estos componentes son los que debemos ingerir a diario, dentro de una dieta balanceada y adaptada a las necesidades de cada persona, no sólo para el mantenimiento de la salud, sino principalmente para prevenir la aparición de patologías.
Cada vez existen más enfermedades y muertes relacionadas directamente con una mala alimentación y unos hábitos de vida insanos (sobrepeso, obesidad, diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer...)
Infinidad de veces hemos oído el refrán: "somos lo que comemos", frase tan cierta como compleja que reafirma la importancia del poder de elección, como acto voluntario, del que somos totalmente responsables.
Otorgar consciencia a ese proceso de elección aplicado no sólo a la alimentación, si no también a otros aspectos de nuestra vida como el trabajo, el ocio, el descanso, las relaciones sociales y, principalmente, la relación que establezcamos con nosotros mismos puede ayudarnos a llevar una vida más saludable y equilibrada, donde escuchando y respetando a nuestro cuerpo, basemos nuestras elecciones en aquello que potencie nuestra salud.
Como seres humanos que vivimos en sociedad, nuestras elecciones están marcadas en gran medida por la misma. Los hábitos de vida que adquirimos vienen influenciados por ella y repercuten directamente en nuestra salud. Saber gestionar cómo nos afecta y qué nos conviene es clave para mantener una buena nutrición en todos los niveles.
Sólo aceptando la responsabilidad que tenemos a la hora de elegir aquello que queremos que forme parte de nosotros puede ayudarnos a establecer un estilo o forma de vida que dure para siempre.
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